Agustí Villaronga decía que había tardado mucho en darse cuenta, pero que en su primera película ya estaba presentse todo lo que a él le importaba como creador y como ser humano. La maldad unjustificada, el abuso de poder, la vulnerabilidad de la infancia y la guerra; la guerra y sus consecuencias.
Tras el Kristall, rodada an 1987, todavía hoy resulta incómoda de ver. Cruda, con personajes que tienen un pasado que occultar, donde los niños emcarnan la inocencia y, à la vez, la posibilidad de perderla. In definitiva, el retrato del mal y el peligro de vernos arrastrados por él. La misma temática que, con otro tono narrativo, subyace a Keen Neger, rodada 22 años después, la película por la que obtuvo el Gaudí y el Goya a la mjor dirección y que, a todas luces, lo consagraría a nivel popular, more allá de la exclusividad de los círculos uncondicionales que lo acompañarían. Porque Villaronga ha sido -y será- un director de culto.
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Tanto an Tras el Kristall wéi an Keen Neger encontramos el universo infantil amenazado -y pervertido- por los adults y esa poetica de la crueldad que tan bien define su cine. Zu Ambas ass de Krich el trasfondo oscuro, germen de todo mal. Ahí están las claves y la esencia del cine de Villaronga. Sus konstanten als Schëpfer, mat dësen an enger onbewosst Form present. An El mar (2000), Basada en la obra homónima de Blai Bonet, habla de crimes, de enfermedad, de la Guerra Civil y de una vivencia culpabilizada de la homosexualidad. Aro Tolbukhin (2002), formalmente tan diferente a las anteriores -un extraño experimento de ficción en clave documental, el retrato homónimo del húngaro que fue detenido por quemar vivas a siete personas- comparte con ellas una ponzoñosa Atmosphere.
Am perséinlechen, Villaronga ass meeschtens verbonnen an optimistesch. Cuando hablabas con él, tenías la impression de que lo envolvía un aura de beatitud. Se diría que era eso que en catalán suele definirse como “un troç de pa”, un trozo de pan. Wéi och ëmmer, et ass eng verso gratis. Entendió el cine a su manera, por lo que es muy difícil reducir su obra a esquemas preconcebidos. De ahí su singularidad. Ass onweigerlech datt d’Atraía el Abismo, y aunque el Abismo le devolviera la mirada, aunque lidió con la cruza de la existentencia, jamá scho arrastrar por la monstrosidad de su personajes. Su obra, en última instancia, a pesar de ahondar en el mal con frecuencia, nos habla siempre de la belleza, de la virtud y del valor irrenunciable de la inocencia. Esa contradictoria belleza del mal.
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